«México en las Américas». Por Jaime Darío Oseguera Méndez

La primera Cumbre a donde deberían asistir todos los países de las Américas, se realizó en 1994, a iniciativa del Presidente Clinton, quien encontró en Carlos Salinas, entonces Presidente saliente de México, un gran respaldo para este encuentro continental. En junio de este año, tendrá su novena reunión en Los Ángeles, California.
A finales de 1994 el tema coyuntural en la agenda de México, Estados Unidos y Canadá, era el efecto del Tratado de Libre Comercio en el bienestar y desarrollo del Continente Americano.
La agenda global de los países tiene diferentes temas. Los estructurales siempre se refieren a la pobreza, migración, desigualdad, calidad educativa, lo que pomposamente se llama el fortalecimiento democrático, la protección a los derechos humanos y el crecimiento de la región en general.
En el Plan de Acción de esa primera Cumbre se plantearon de manera específica los siguientes objetivos: la preservación y el fortalecimiento de la comunidad de democracias de las Américas, la promoción y protección de los derechos humanos, el fortalecimiento de la sociedad y de la participación comunitaria, la promoción de los valores culturales; la lucha contra la corrupción.
Todos siguen siendo temas actuales.
También se establecieron compromisos para la lucha contra las drogas y los “delitos conexos”, lo que hoy en general conceptualizamos como la violencia extrema que consume nuestras comunidades.
De manera muy marcada se estableció que la prosperidad de los países sería en el futuro el libre comercio, la creación de infraestructura y políticas energéticas comunes.
En ese año de 1994, cuando se hizo la primera Cumbre, México había logrado un liderazgo real al poner en la discusión nacional de los Estados Unidos la conveniencia de firmar el Tratado, a pesar de muchos detractores en el Congreso estadunidense, quienes no entendían la importancia que este instrumento tendría a la postre para el desarrollo del comercio de los tres países y también del mundial.
El TLC también despertó gran interés entre los países de América Latina quienes de forma rápida reconsideraron la relevancia de los bloques regionales para cooperación mutua, intercambio y comercio en general.
México despertó interés, tuvo un lugar en el mundo, provocó admiración y hasta cierta curiosidad entre los círculos académicos, políticos y empresariales internacionales.
Ya habíamos tenido una fuerza y prestigio a lo largo del tiempo derivado de nuestra tradición diplomática de respeto a la autodeterminación de los pueblos, el principio de no intervención en los problemas de otros países y el decidido aprecio por la autodeterminación de los pueblos.
México promovió en el mundo, los que hoy son preceptos constitucionales como la igualdad jurídica de los estados, la cooperación internacional, el respeto, promoción y protección de los derechos humanos, la seguridad internacional y la lucha por la paz.
Éste último incluso nos dio la gran satisfacción de que nuestro paisano Don Alfonso García Robles, quien había sido un luchador en contra de la proliferación de armas nucleares y el desarme en el mundo en plena Guerra Fría, recibiera el Premio Nobel de la Paz como consecuencia de la firma del Tratado de Tlatelolco para la proscripción de armas nucleares en América Latina y el Caribe.
También tuvimos en el contexto internacional, participaciones destacadas en la conformación de organismos multilaterales, en el movimiento de los países no alineados y nuestro país ha sido el escenario de múltiples momentos de negociación, acuerdo político, pláticas de paz y centro de formación intelectual, académica de políticos, exiliados y perseguidos.
El Presidente López Obrador se ha manifestado convencido de esta idea de que la mejor política exterior es la interior, es decir, gobernar bien el país, es lo que da prestigio. En ese afán y ante la falta de acceso al avión presidencial para viajar, el espacio lo ha llenado el Secretario de Relaciones Exteriores, en plena ruta a construir su candidatura presidencial.
El Presidente sólo ha viajado a Estados Unidos y recientemente a Centroamérica y el Caribe enviando un mensaje interesante y controvertido: el tema de la migración es central para la seguridad regional y México refrenda su histórica solidaridad con la Revolución Cubana.
Sólo los ignorantes desconocen la raíz cercana de la Revolución Cubana con nuestro país. Así que a nadie le debería parecer extraordinario que lo reitere el actual gobierno. Antes se habían tardado.
Lo que no se ajusta son los tiempos. Precisamente en la víspera de la Novena Cumbre de las Américas que se va a desarrollar en Estados Unidos, surge este llamado a que no se excluya a ningún país, en referencia específica a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lo cual se suma a otro par de detalles: la apertura para recibir en exilio a Julian Assange, creador de wikileaks y la interesada complacencia con el invasor Rusia en atención a la gran cantidad e visitantes que llegan a Cancún.
El Presidente anunció que no irá a la Cumbre si no son invitados Cuba, Nicaragua y Venezuela. De alguna forma es consecuente con la línea histórica de nuestra política exterior pero México no puede sustraerse de un instrumento tan poderoso.
Va a enviar una delegación, pero tal vez sería el mejor foro para abogar por la integración de esos países y el respeto a su libre determinación. Ahí en vivo y directo, de manera elegante, razonada, inteligente como corresponde a nuestra política exterior que sostiene principios más que afinidades personales.
Ojalá que recapaciten y el Presidente se anime a sobresalir en la Cumbre. Los temas que se plantearon hace tres décadas siguen siendo los mismos: la erradicación de la pobreza que causa pobreza, migración y de manera muy destacada y alarmante violencia extrema.
La pandemia puso a la región de rodillas. Descubrió las deficiencias estructurales en los sistemas de salud de nuestros países. ¿No serán todo estos temas motivo suficiente para ir a la cumbre a dejar muy en alto el liderazgo de México en el mundo?