MÉXICO EN LA COMPETITIVIDAD MUNDIAL Salvador García Espinosa

El Derecho a la Ciudad 

Podemos o no estar de acuerdo con las políticas económicas prevalecientes en el mundo, incluso pudiéramos pensar que la decisión de competir es voluntaria, pero no es así.

Nos encontramos inmersos en un mundo globalizado, donde, para decidir dónde concretar las grandes inversiones, esas que generan empleo y desarrollo, se toman en cuenta muchos aspectos y, sorprendentemente, no son de naturaleza económica los aspectos de mayor incidencia o poder de decisión.

El Instituto Mexicano de Competitividad, a finales del mes pasado, dio a conocer los resultados del Índice de Competitividad Mundial 2021, entendiendo por competitividad la capacidad de generar, atraer y retener talento e inversión.

En este sentido, el país más competitivo fue Noruega, mientras que Nigeria se ubicó en la posición 43. México, lamentablemente, descendió dos posiciones en el ranking y se ubica en el número 37, con una categoría considerada de competitividad baja. ¿En qué retrocedió México?

En gran medida, el retroceso que tuvo México se puede atribuir a que, en el subíndice de Relaciones internacionales se nos ubica en la posición 40, es decir, que se retrocedió en 10 lugares con respecto a la evaluación anterior del 2020. La principal causa es por tener el peor desempeño en el índice de libertad comercial, además de la caída en Inversión Extranjera Directa Neta, y por su alto porcentaje de exportaciones totales que provienen de un mismo país, es decir, por no diversificar sus exportaciones.

En Medio ambiente se retrocedió un lugar, México es hoy un país más vulnerable a la crisis climática, pues su puntaje en el Índice de Vulnerabilidad a Efectos del Cambio Climático empeoró. La cantidad de metros cúbicos de agua tratada per cápita disminuyó, así como un registro de aumento en el uso de pesticidas y, lo más significativo es que el porcentaje de energía proveniente de fuentes no contaminantes disminuyó, lo que le provocó un retroceso de dos lugares respecto al índice anterior.

Hay que señalar que, en promedio, los países evaluados han producido más energías no contaminantes, gracias a acciones concretas encaminadas hacia la transición energética, a excepción de los países de América Latina. En el caso del subíndice de Sociedad nos ubicamos en la posición 38; se retrocedió dos lugares debido a problemas en el acceso a la salud, pues en el indicador de cobertura de vacunación México perdió ocho lugares.

Los indicadores en los que se disminuyó fueron: Gasto en salud por cuenta propia, cobertura de vacunación, calidad educativa y un ligero incremento en el número de personas dependientes de la población económicamente activa. En el subíndice del Sistema Político, a pesar de que se puede considerar que hay más estabilidad política y más equidad de género en los sistemas políticos de los países evaluados. México es el país con mayor porcentaje de mujeres que ocupan escaños en el poder legislativo, y Nigeria es el país con menor porcentaje.

Sin embargo, se retrocedió dos lugares, en cuatro de siete indicadores que componen el subíndice, hubo retrocesos respecto al mundo: hay menor participación electoral y menor libertad civil. Aún más, México retrocedió posiciones en disponibilidad de información pública, estabilidad política y ausencia de violencia, ya que a pesar de que el puntaje nacional mejoró, el resto de los países evaluados generó mayores avances en esos rubros.

El último aspecto en el que retrocedió México corresponde a la Innovación; México disminuyó su desempeño en el indicador de coeficiente de invención, en exportaciones de alta tecnología y en PIB en servicios respecto al promedio de los demás países. De forma concreta, con respecto al 2020, en México disminuyó el gasto en investigación y desarrollo, la aplicación de patentes por cada millón de personas económicamente activas y empeoró el índice de complejidad económica. ¿En qué rubros avanzó México? Mercado de Precursores, se nos ubicó en la posición 20 y se avanzó una posición con respecto al 2020, gracias al incremento en líneas de telefonía celular, así como en el número de servidores seguros; el incremento en el flujo de pasajeros aéreos, aumentó significativamente el tráfico portuario de contenedores, hubo mayor penetración del mercado financiero privado, así como una mayor capitalización del mercado de valores.

Solo en el desempeño logístico del transporte se retrocedió en este subíndice. El Índice de Competitividad Internacional 2021 confirmó que 2020 fue un mal año para la economía mundial: todas las economías de los países evaluados experimentaron caídas en términos reales, pues hubo menor libertad económica y el desempleo aumentó. Así que sorprende que México sea uno de los subíndices Economía, ubicándose en la posición 27; se avanzó cuatro posiciones como consecuencia del aumento observado en las reservas internacionales y la reducción de la deuda externa. Sin duda que las consideraciones al respecto de la competitividad son muchas y muy diversas, el estudio realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) concluye con propuestas de acciones concretas que recomienda realizar, para que México logre crear mejores condiciones para alcanzar una mayor productividad y generar bienestar para sus habitantes.

No todo es responsabilidad de la estructura gubernamental y por ello, de entre las propuestas destaco tres que me parecen sumamente relevantes: La primera es la cooperación con las instituciones de educación superior para alinear planes educativos con las necesidades del mercado laboral. Resulta fundamental la generación de personal de alta habilitación técnica y científica, para atraer empresas que generen alto valor en las cadenas productivas.

La segunda es dar mayores facilidades a emprendedores, principalmente en aquellas Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyME) concentradas en la creación de nuevas tecnologías en sectores con alto potencial de crecimiento y, por último, simplificar la actualización de los planes de estudio de instituciones públicas de educación superior; en una economía tan dinámica como la nuestra, se demanda mayor flexibilidad en la estructura educativa, particularmente en las instituciones de educación superior.