El cortesano tricolor

Jaime Darío Oseguera Méndez
Alejandro Moreno tendría que haber renunciado a la dirigencia del PRI hace mucho tiempo. Afecta la estabilidad del partido. Lo lleva al barranco con sus antecedentes y frívolas pretensiones. En el camino, de manera intencional acentúa las divisiones añejas y genera nuevas donde no había.
Es el ejemplo más logrado de un anti-líder.
Destruye a placer y nadie lo detiene.
Cortesano de grandes apetitos, muestra que algunos políticos están dispuestos a hacer cualquier cosa para llegar y mantenerse en el poder. El fin justifica los medios.
Los partidos políticos son las instituciones diseñadas para pelear legítimamente el acceso al poder. A nadie debería asustar la disputa, el debate o el enfrentamiento abierto.
Lo que aniquila a los partidos es que sus voraces oligarquías tomen decisiones impopulares en nombre de la militancia.
Justamente se requieren equilibrios al interior y al exterior del partido para gobernarlo democráticamente. No se trata de la estabilidad del líder, ni de “sus” alianzas, sino de una carta de navegación política que permita saber hacia donde va el PRI, sin alterar el rumbo por los humores de alguien en particular.
La discusión es sencilla: el Presidente López Obrador, ganó gran parte de su popularidad para ganar el gobierno criticando la militarización del país, es decir la asignación de tareas de seguridad pública a las fuerzas armadas. Prometió cambiar la estrategia que utilizó el PAN con Fox y Calderón o la del PRI con Peña Nieto. Al gobernar ha hecho exactamente lo contrario: darle más poder, dinero y responsabilidades a las fuerzas armadas en tareas que los comprometen y que en el fondo no son suyas.
El problema va más allá de discutir si la militarización del país es conveniente o no.
Esa es una decisión presidencial y él deberá establecer su programa. Nadie duda que el ejército sea una de las instituciones más serias y respetadas del país. Tampoco se ignora que es la instancia que en este momento puede suplir a las corporaciones de seguridad pública que están absolutamente avasalladas por la delincuencia local o nacional.
El punto es que prolongar este modelo no resuelve nada de fondo ni plantea una alternativa. Las policías locales seguirán a merced del crimen organizado.
Pero, además, los Senadores y Diputados del PRI junto con su dirigencia habían estado consistentemente manifestándose en contra de esta decisión. Hasta que de repente encuentran el punto débil del dirigente, lo exhiben y amenazan con distribuir sus lastimosas verdades y, como en el arte de magia, ahora los diputados del PRI avalan una iniciativa donde se persignan cual vasallos delante del Presidente.
La iniciativa priista plantea que se amplíe el plazo hasta el 2028 para que las fuerzas armadas mantengan su presencia en labores de seguridad pública. Lo que ha pedido Morena.
Si el Presidente Nacional del PRI echa para abajo con sus problemas personales la alianza formal entre el PRI, PAN y PRD, será el responsable de romper un equilibrio de poderes que mitigue los extremismos en las decisiones políticas. No es un asunto de ponerse a salvo él, sino de responsabilidad con el país. Al proteger su pellejo y tal vez el de algunos más, desde la ultratumba donde se encuentra, lo sepa o no, cae al basurero de la historia.
El país necesita equilibrios para buscar decisiones que no se construyan a partir de verdades únicas.
Someterse ante Morena en esta circunstancia implica en los hechos romper con la alianza opositora en la elección presidencial del 2024. Claro, a cambio de evitar la cárcel. Avergüenza lo mismo la víctima que el verdugo.
Ya el PAN y PRD pusieron en “espera” la decisión de la Alianza. Lo cierto es que el acuerdo no tiene éxito sin los tres partidos y puede pasar una de dos cosas: sale Alejandro Moreno del PRI para evitar que el gobierno acabe con la coalición o definitivamente habrá una nueva fuga masiva de priístas hacia alternativas verdaderamente competitivas. Se va a quedar, como parece ser su deseo, con el puro cascarón, administrando la derrota.
Alito Moreno no va a lograr nada. Como en los pantanos: mientras más se mueve más se hunde. No convence a sus aliados ni amigos, no le creen sus enemigos y no le entienden sus seguidores, simplemente por la inconsistencia con la que se ha conducido.
Pero suponiendo que quisiera fortalecer al PRI, lo único que está logrando es todo lo contrario: debilitarlo al extremo, al límite de la desaparición.
El PRI perdió el poder esencialmente por dos razones: falta de credibilidad y corrupción. La decisión de jugar con el gobierno y dejar de lado la alianza opositora, tiene un gran tufo a ambas cosas. Apesta a corrupción y es inconsistente con lo que han venido diciendo en los últimos meses.
La “realpolitik “ se basa en la idea de que las relaciones de poder político están orientadas por la imposición del fuerte al más débil. La fuerza bruta en el caso de la guerra. Pareciera entonces que todo es permitido, que ya no existen los principios, se acabaron; no hay pudor ni capacidad crítica.
La preeminencia de Morena se ha consolidado destruyendo al PRI que es el partido que aún tiene capacidad de movilización, militancia, cierta forma de orden estructural.
Mientras el tricolor no se deslinde del pasado deshonesto, siga manejado por corruptos y defendiendo la corrupción, no tendrá capacidad de ser opción. Repito lo que he dicho, para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta.
Alito juega mal, pero se acomoda bien. Por evitar la cárcel busca el reconocimiento del poder y pierde el de sus amigos, aliados y militantes. El PRI necesita un liderazgo que tenga otras habilidades políticas, no la de saber amasar fortunas.
La única manera que tiene Alejandro Moreno de fortalecer al PRI es yéndose. A ver si sus verdugos cumplen lo que sea que haya pactado.