La historia del cine vio nacer su última gran revolución hace 25 años con el estreno de Jurassic Park, el filmE con el que Steven Spielberg demostró que no existían imposibles para las imágenes generadas por ordenador (CGI) al devolver a la vida a los dinosaurios con un realismo pasmoso.
Aquel hito, que acercó a miles de niños a la ciencia y la paleontología, se convirtió en la película de mayor recaudación hasta la llegada de Titanic (1997) y se alzó con tres Oscar (Mejores Efectos Visuales, Mejores Efectos de Sonido y Mejor Sonido).
Además, fue el origen de una franquicia multimillonaria que este mes verá el lanzamiento de su quinta entrega, Jurassic World: Fallen Kingdom, dirigida por el español J.A. Bayona y de la que ya se prepara un sexto capítulo que llegará en 2021.
Pero, por encima de todo, quedó esa sensación de fascinación al contemplar por primera vez, como lo hacen Sam Neill y Laura Dern, los protagonistas de la historia, a ese enorme braquiosaurio alimentándose de la copa de los árboles, o al temible tiranousario rex con sus fauces bien abiertas persiguiéndolos en plena selva.
Esas majestuosas creaciones a cargo de Dennis Muren encontraron el perfecto apoyo de Stan Winston y la técnica «animatrónica» —mecanismos robóticos o electrónicos— para escenas como la del pequeño velociraptor rompiendo la cáscara de su huevo o la del triceratops enfermo respirando con dificultad, todo ello aderezado con la inolvidable banda sonora de John Williams.