El Islam se expande por América

A  pesar de las diferencias y la lejanía geográfica entre el continente Americano y los países donde se profesa el Islam, al parecer, existe un vínculo fuerte que los mantiene cercanos dese hace ya algunos años.

Para sorpresa de muchos, la expansión del Islam en Latinoamérica empezó a salir a la luz pública en 1989 con la inauguración de la mezquita Suraya en la ciudad de Torreón, México, por una comunidad de musulmanes chiitas cuyo abolengo se remonta a las aljamas o morerías que cobraban impuestos para la Corona española.

En el caso de México, Ahlul Bait ANAB informa que en un principio esta comunidad islámica de la rica zona agrícola de La Laguna oraba los viernes en sus domicilios particulares debido a que la construcción de la mezquita Suraya empezó hasta 1986 gracias a Elías Serhan Selim, un comerciante de joyas, y pudo ser fundada tres años después.

En 1989, año de la caída del Muro de Berlín, que puso fin a la Guerra Fría, se conmemoraba un siglo de la gran ola migratoria que llegó a Latinoamérica para escapar a la desintegración del Imperio Otomano del Sultán Abdulamid, a causa de insalvables conflictos económicos, políticos, religiosos e interétnicos y comenzaba también en Caracas la construcción de la mezquita Ibrahim Bin Abdulaziz, con capacidad para albergar a tres mil 500 personas.

También en 1989, la influencia musulmana en la política de América Latina salió a la superficie cuando Carlos Saúl Menem, un descendiente de sirios popularmente conocido como “el turco”, asumió la Presidencia de Argentina, no sin antes verse obligado a renunciar públicamente a su fe islámica para adoptar la fe católica, como exige la Constitución argentina a sus futuros presidentes.

Una vez en el poder, el legalmente católico Menem gestionó la donación de un terreno de 36 mil metros cuadrados, propiedad del Estado, para la construcción del centro islámico más grande de Latinoamérica: El Centro Cultural Islámico Rey Fahd que alberga dos mezquitas en el elegante barrio bonaerense de Palermo, cuyo costo de construcción de 22 millones de dólares fue pagado con recursos del Fondo de 20 mil millones de dólares que el rey Fahd de Arabia Saudita asignó para ayudar a la construcción y reconstrucción de 200 centros islámicos y  mil 500 mezquitas en el mundo.

Desde entonces los latinoamericanos han visto surgir nuevos templos islámicos como la mezquita Ismat Khatib de Managua, la mezquita o “Masjid Al Islam” en Playas de Tijuana, México, la mezquita Bilal Ibn Rabah de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia,y decenas de mezquitas en Brasil, país que desde fines del siglo XVIII entró en contacto con la fe islámica que trajeron a Latinoamérica los africanos que fueron vendidos como esclavos.

Casi una década después de la inauguración de la  mezquita Suraya, el 17 de septiembre de 1997, unos comerciantes musulmanes llamados popularmente “los turcos” inauguraron en el puerto colombiano de Maicao, casi en la frontera con Venezuela, la mezquita Omar Ibn-Al Jattab que forma parte de un centro de estudios donde unos 500 niños, la mayoría hijos de matrimonios entre árabes y colombianos, aprenden la religión y el idioma de sus ancestros.

Mohamed Hammoud, quien llevaba 9 años en Maicao, dijo a  Web Islam que él y sus coterráneos encontraron un paraíso en ese puerto después de huir de otro conflicto político y religioso en Oriente Medio.

Para entonces la construcción de mezquitas en Latinoamérica se había convertido en un verdaderos diseños arquitectónicos que están a la vista de todos pero no es fácil saber el número exacto ni dónde están.

En Brasil algunos textos académicos y propagandas de turismo mencionan 150 mezquitas sin dar detalles.

La página How Many Are There?, especializada en el estudio y difusión de estadísticas, explica que en el mundo hay tantas religiones y en el Islam tantas y tan distintas mezquitas en un escenario tan cambiante, que solamente países como Turquía, sede de la espectacular Mezquita Azul, convertida en un museo sobre la conquista de Constantinopla por los turcos, se calcula que en su capital, Estambul, hay  tres mil 87 mezquitas distintas, sin contar las que están en construcción.

En el plano anecdótico se menciona que en Indonesia, el país con el mayor número de seguidores del Islam, habría unas 800 mil mezquitas y que India habría  unas 300 mil.

Como consecuencia de los sangrientos atentados de grupos extremistas que dijeron ser islámicos, las autoridades de Francia anunciaron el 3 de diciembre que la policía planea cerrar hasta 160 mezquitas irregulares para evitar que incuben movimientos extremistas.

Mientras tanto, el periodismo gráfico de Europa suele ilustrar el crecimiento
desordenado de los lugares de devoción con imágenes de nutridas asambleas de oración (Salat al Yamaa).

Frente a esta limitación, las cifras que sí ayudan a medir el avance del islamismo en Latinoamérica y en todo el mundo son las que miden el número de devotos: un mil 757 millones 292 mil 623 seguidores del Islam en 197 países en  2013, según AHCAP.PY

De acuerdo con esos datos, tanto como un 24.86 por ciento de una población mundial que en 2013 estaba cifrada en 7 mil 68 millones 607 mil 554 habitantes. En Latinoamérica ANSAR contó hasta esta fecha 2 millones 913 mil 272 devotos.
Los países con el mayor número de devotos del Islam fueron Brasil con 1 millón 801 mil 817, Argentina
con 759 mil 465, Venezuela con 120 mil 549, México con 115 mil 807.

En comparación, los bautizados en la Religión Católica Apostólica Romana son 1 mil 254 millones, o sea el 17.7 por ciento de la población mundial, según L’Annuario Pontificio 2015 y L’Annuarium Statisticum Ecclesiae que la oficina de prensa de El Vaticano dio a conocer el 6 de diciembre de 2015.

Según la imagen del Islam en América Latina es imposible dejar de referirse a la región conocida como la “triple frontera” sudamericana que divide al Foz do Iguazú de Brasil, a la Ciudad del Este de Paraguay y Argentina, que según el trabajo de John Tofik Karam (Un)covering Islam and Its Fifty-Year History in a South American Frontier Region) fue desestabilizada mediáticamente con ayuda de un comunicado de prensa difundido entre muchos medios en el que se afrimó, después del 11 de septiembre de 2001, que la zona albergaba a
terroristas y era una fuente de recursos para ellos.

 

Con información de Excelsior

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